lunes, 13 de agosto de 2012

FIESTA DE SANTA ANITA



Con gran éxito se organizó en la Unidad Educativa la mini feria de Santa Anita organizada por los Cursos de Inicial. Con participación de todo el alumnado de primaria.
TRADICIÓN CHAPACA

La fiesta de Santa Anita se ha convertido en una gran celebración para el pueblo tarijeño, los recuerdos se guardan en el corazón de cada persona que ha vivido esta fiesta por años. Cuentan nuestros abuelos que la fiesta de Santa Anita inició el 14 de mayo de 1884, siendo presidente de Bolivia el general Narciso Campero.
Las hermanas de Santa Ana iniciaron sus labores de enseñanza y formación cristiana a 40 niñas, dirigidas por la madre provincial Sor. Ana Camila Valentín, constituyéndose el primer centro educativo de niñas.
Con el objeto de realzar y conmemorar el primer año de creación del flamante colegio, se instalaron los primeros stands, en el que se expendían masitas, confites, muñecas, ropas de muñecas, actividad que se efectuaba a fin de confraternizar entre las alumnas y lograr un mayor acercamiento entre las niñas. Para el efecto, adoptaron para el juego las reglas del trueque y como moneda válida botones de conchas.
A partir de aquella primera experiencia, en los subsiguientes años en ocasión de celebrarse el aniversario creación del colegio “Santa Ana”, se repetían estos juegos escolares con inusitado colorido e interés, progresivamente los bazares se ampliaron a mayores ofertas. Jugó un rol importante la creatividad e imaginación de los niños, así como la voluntad de los padres de familia en cooperar, lo que permitiría extenderse a mayor cantidad de alumnos.
Estas celebraciones eran todo un acontecimiento para la población infantil y juvenil, ya que durante estos festejos podían asistir visitantes externos, los que implícitamente se convertían en parte del juego. Esta interesante actividad motivó a la población menuda  a instalar en sus domicilios sus propios bazares a fin de alternar y distraerse con los amigos del barrio, luego fueron emulados por otros niños y finalmente resultó que la Fiesta de Santa Anita se había extendido por los cuatro barrios de la ciudad, siempre alentados por niños y padres de familia.

 El año 1892, por iniciativa de los vecinos de la Calle Cochabamba, conocida por aquel entonces como Calle Ancha, apelativo que aún se conserva en ciertos sectores de la población y en la historia de la ciudad, los vecinos levantaron frente a la Capilla de San Roque, los primeros puestos de miniaturas, coadyuvando con sus hijos en la elaboración, fabricación y venta mediante el juego. La modalidad era la misma, los botones de conchas se los llamaba simplemente “Conchitas” y la festividad “Santa Anita” en alusión a las cosas y objetos pequeños que se expendían.
Con el transcurso del tiempo se fueron destacando artesanos y personas hábiles en la fabricación en miniatura, tal como muebles, camioncitos, autitos, masitas, dulces, ancucos, empanadas, aros para rodar, trompos, sellos, bolillas de arcilla y otros.
El día 25 de Julio era un adelanto a la festividad, los niños adornaban las calles con sus surtidas “ventas”, en las transacciones no había lucro ni comercio, la compensación estaba en la alegría y la emoción de adquirir, canjear y hacer alarde de tenencia de mayor cantidad de “conchitas”. El día de la fiesta, el 26 de julio era una verdadera algarabía en la población, chicos y grandes eran llevados por la curiosidad; motivados por la participación masiva, los niños intervenían en el canje como forma de sana distracción. Tiempo después, la ubicación de los bazares se trasladó detrás de la iglesia abarcando la Calle Cochabamba entre las calles Campero y General Trigo, mientras que la explanada se convertía en Plaza “Narciso Campero”, adyacente a la Plaza de Toros.
Los botones de conchas eran adquiridos en el comercio por cantidad y servían de moneda oficial en la Fiesta de Santa Anita, pasada la celebración, los depositarios guardaban los botones para el año siguiente. Pero estos festejos decayeron durante la Guerra del Chaco y cuando menos se esperaba, los canjes se efectuaban por dinero, modalidad que se fue imponiendo a través del tiempo.
El año 1892, fue muy importante para la cultura chapaca, puesto que a partir de agosto, las calles de Tarija daban cabida por primera vez a la agrupación de “Los Chunchos” de San Roque.
Con el objeto de rescatar la tradición oral, indagamos a algunos protagonistas de la época que por  su edad, el tiempo y participación continua, se habían convertido en testimonio viviente de la otrora festividad de Santa Anita. Reunidos los relatos conformaron un valioso caudal de información del pasado.
Entre ellas, tenemos a la señora Bernarda Uriona de Gallardo que a sus 86 años, aún recordaba pormenores de la Fiesta de Santa Anita, el trueque de “conchitas” por juguetes, comidas y masitas, así también al Carpintero Lorenzo Castillo que fabricaba mesas, roperos y camiones en miniatura; la señora Francisca Zárate de Molina, más conocida como doña “Panchita”, el año 1987 mediaba  los 90 años de edad y con toda lucidez se refería a los trueques que se realizaban en la plaza Campero, por entonces una explanada vacía, frente a la ”Capilla” de San Roque, allí doña Panchita deleitaba a niños y grandes con variedad de masitas.
En este mosaico de personas que contribuyeron con su esfuerzo al engrandecimiento de la festividad, se encuentra doña Jacoba Panique y Eleuteria Espíndola con sus riquísimas alojas, Luisa Herrera con sus célebres saquitos de arroz, fideos, yerba, azúcar, harina y cestos de variados productos a la manera de Santa Anita; es grato mencionar también a las señoras Mercedes Camacho y Atanasia Salinas con sus virques de Chicha que ellas expendían en pequeños mates. La señora Lola Sánchez tenía la especialidad de elaborar una variedad de ricos panecillos, eran los primeros en terminarse en el canje. Este recordatorio es un homenaje a tantos ciudadanos anónimos que hicieron posible esta fiesta, particularmente, aquellos campesinos que llegaban hasta la plaza Campero con sus productos, como ser yacones, ajipas, coime, artesanías consistentes en platos y ollitas de barro, hoy se las conoce cómo de arcilla.
Las casas comerciales de Tarija, con mucha anticipación se proveían de “conchitas”, en realidad los Botones de Concha, era parte de los productos importados. Estas tiendas pertenecían a los señores: Juan y Moisés Navajas, José Zamora, Juan de Dios Trigo, Ludovina Navajas, Carlos Blacutt y otros comerciantes que no lucraban con este accesorio de sastrería, más al contrario, eran objetos que se expendían a muy bajo costo.
El burgomaestre, don Isaac Attie, abanderado por su laboriosidad, voluntad y entrega a Tarija, contribuyó en gran medida al desarrollo urbanístico y arquitectónico de la ciudad, así lo testimonian sus obras, es digno ponderar su grande amor que le profesó a la tierra chapaca. Entre otras labores que le cupo desempeñar fue colaborar para que pudiera crecer la Fiesta de Santa Anita, dispuso que se dieran las mejores condiciones para la celebración de los festejos anuales; lo había hecho antes y lo hacía en momentos cuando la patria se debatía en una guerra injusta con el Paraguay. La gestión de este alcalde marcó un hito en la historia de Tarija. La diferencia entre una y otra autoridad es ponderada por la historia, han sido pocas las autoridades ediles y prefecturales que le prestaron atención a la Fiesta de Santa Anita, los más la ignoraron, cuando no trataron de que desapareciera del calendario regional.
Por aquella época la ciudad era muy pequeña, sus linderos promediaban entre la Loma de San Juan y el parque Bolívar, La calle Ancha y el Río Guadalquivir, las oficinas públicas y privadas eran incipientes, por lo que jamás se pensó en el horario continuo, razón por la que la gente acudía en horas de la tarde a la calle Ancha, posteriormente se fueron extendiendo los puestos de ventas sobre la calle Cochabamba; el año 1967, causó un gran suceso cuando la Fiesta de Santa Anita creció repentinamente, iba de la Calle Campero a la Calle Daniel Campos, eran tres cuadras de stand con artesanías tarijeñas, las casas de la zona expendían chicha y comidas típicas. Para entonces las “conchitas” eran sólo un recuerdo.
A fines de década de 1970, se fueron asentando visitantes de otros lares, principalmente de la ciudad de La paz, traían consigo las experiencias de la Feria de Alasitas, expendían juguetes de madera, paja, textiles de lana, plomo y latones, escasamente algunas alcancías de yeso con formas de animales. Pero a medida que fueron pasando los años, se fueron adicionando los expendedores, el año 1985 llegaron con rifas, bazares, sahumerios y plásticos.
El mundo había cambiado radicalmente, la tecnología y la industria ofrecían productos novedosos, el latón, la madera, la cerámica ya no contaban. La población tarijeña había crecido y por lo tanto, el público se daba cita en gran cantidad a la calle Cochabamba, la tradición había adoptado a la Fiesta de Santa Anita como festividad Departamental, su influencia había llegado a las provincias y cantones, por lo que fue menester que la Prefectura del Departamento emitiese anualmente resoluciones declarando el 26 de julio como día de trabajo con horario continuo, es decir hasta las 13:00 horas, beneficiando así con la tarde libre a los empleados de la administración pública, actitud que acatan incluso algunas empresas privadas.
Esta medida se tomó en razón de que la inauguración de la festividad se realizaba a las 12:30 horas y la exposición de los stands se prolongaba hasta las 19:30. Con el transcurso del tiempo, la inauguración se iniciaba más temprano y su clausura unas horas más tarde. Los puestos de ventas o bazares volvían a instalarse el domingo inmediato o en su defecto, para la octava de la fiesta, modalidad que fue también modificándose, ya que algunos puestos se mantienen en su lugar hasta la octava.
A partir de 1985, se recibe el apoyo  de Oscar Zamora Medinacelli, quien cooperó a los organizadores, primero como Senador de la república y luego como Alcalde Municipal, se preocupó por cada uno de los detalles a fin de mostrar a propios y extraños el valor de la cultura chapaca, se mejoraron los stands de exposición, instituyó incentivos a los mejores artesanos, se reconoció a antiguos cultores de la Fiesta de Santa Anita, se entregó certificados de participación a todos los expositores, facilitó los trámites, proporcionó altoparlantes para informar a los visitantes y amenizar la festividad, dispuso agentes policiales municipales a fin de salvaguardar la integridad de las personas y sus bienes.
El año 1991, se pudo apreciar la entereza que pusieron los organizadores de la Fiesta de Santa Anita, razón por la que resultó un éxito. La centenaria  festividad, año tras año, recibe aportes interesantes, puesto que se incrementan los puestos de ventas de miniaturas, haciendo  que el visitante vaya de sorpresa en sorpresa, pero también se asombre al observar entre las miniaturas objetos de uso doméstico y cosas que no guardan relación con las actividades de los niños, ventas que más bien corresponden a mercados de abasto.
El año 1992, la efervescencia comercial fue notable en la Calle Cochabamba, pero para  el año 1995, los stand se habían extendido desde la calle  “Alcides d¨Orbigny” hasta la calle “Suipacha”, además de abarcar algunos puestos sobre las bocacalles adyacentes. A partir de 1997, la antigua calle Ancha estaba completamente abarrotada de stands, iba desde la prolongación de la Calle Ballivián hasta el recodo que da al Club de Tenis, este último sector dedicado a las calesitas, adivinadores del destino y una variedad de juegos de azar y tiro al blanco.
Sobre la Avenida Potosí, hacia el Cine “Avenida” y hacia la puerta del propio Club de Tenis, se habían instalado puestos de comidas y sándwich al paso. La fiesta de Santa Anita se había convertido implícitamente en una Gran Feria, las “Conchitas” quedaban en el recuerdo de las personas mayores y en el relato para las nuevas generaciones, el comercio se había generalizado, con la presencia de los mercados feriales de la ciudad de La Paz y Oruro, compatriotas que llegan a Tarija cada vez en mayor  número y sientan cátedra en la forma de exponer y vender sus productos, los mismos que consisten en casas de yeso y vidrio, vehículos de latón y plásticos, muñecos de peluche, poste, llaveros, juegos a la suerte sin blanca, instrumentos musicales típicos construidos de caña, madera y arcilla.
A partir de 1999, veinte personas del barrio “Las Panosas” se propusieron enriquecer la festividad, para ello adoptaron la modalidad de realizar La Pre Fiesta de Santa Anita una semana antes; ubicada en la esquina comprendida entre las calles Junín y Avenida Avaroa, adyacente a la Iglesia de la Tercera Orden, allí los niños exponen sus variadas “ventas”, luego a partir de las diez de la mañana se inicia una kermés con platos típicos, todo finaliza a las seis de la tarde.

La institución de la fiesta y los nuevos actores

En 2001, el Concejo Municipal, declara la festividad como “Fiesta de los Niños”, en la que se dedica el día 26 de julio exclusivamente a los stands de niños sin costo alguno y sujetos a concurso, para el efecto la Dirección de Cultura del Municipio de Tarija nombra Jurados Calificadores. El año siguiente, es aprobado por  Ordenanza Municipal un Reglamento especial que rige la instalación de stand  y el expendio de juguetes en la Fiesta de Santa Anita.
En la actualidad participan varios actores infantiles como los mini policías, quienes supervisan el orden de los participantes haciendo un recorrido por todos los puestos. Asimismo se cuenta con la participación de Miniemat, niños y niñas que en representación de Emat cumplen la función de velar por la limpieza de los puestos y de la calle donde se realiza la fiesta de Santa Anita. Otros nuevos actores son los minibomberos quienes cumplen la función de prevenir accidentes en el lugar cuando se utilizan cocinas, garrafas u hornos.
Pero unos nuevos personajes que se han ganado el cariño de la población son los minieducadores o más acertadamente las minicebritas, un grupo de 12 niños y niñas de entre 5 a 12 años de edad que tienen la tarea de orientar a la población sobre las buenas normas de circulación del peatón y de los conductores de vehículos.

FUENTE: Periodico "EL País"





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