El año
1892, por iniciativa de los vecinos de la Calle Cochabamba, conocida por
aquel entonces como Calle Ancha, apelativo que aún se conserva en
ciertos sectores de la población y en la historia de la ciudad, los
vecinos levantaron frente a la Capilla de San Roque, los primeros
puestos de miniaturas, coadyuvando con sus hijos en la elaboración,
fabricación y venta mediante el juego. La modalidad era la misma, los
botones de conchas se los llamaba simplemente “Conchitas” y la
festividad “Santa Anita” en alusión a las cosas y objetos pequeños que
se expendían.
Con el transcurso del tiempo se fueron destacando
artesanos y personas hábiles en la fabricación en miniatura, tal como
muebles, camioncitos, autitos, masitas, dulces, ancucos, empanadas, aros
para rodar, trompos, sellos, bolillas de arcilla y otros.
El día 25
de Julio era un adelanto a la festividad, los niños adornaban las calles
con sus surtidas “ventas”, en las transacciones no había lucro ni
comercio, la compensación estaba en la alegría y la emoción de adquirir,
canjear y hacer alarde de tenencia de mayor cantidad de “conchitas”. El
día de la fiesta, el 26 de julio era una verdadera algarabía en la
población, chicos y grandes eran llevados por la curiosidad; motivados
por la participación masiva, los niños intervenían en el canje como
forma de sana distracción. Tiempo después, la ubicación de los bazares
se trasladó detrás de la iglesia abarcando la Calle Cochabamba entre las
calles Campero y General Trigo, mientras que la explanada se convertía
en Plaza “Narciso Campero”, adyacente a la Plaza de Toros.
Los
botones de conchas eran adquiridos en el comercio por cantidad y servían
de moneda oficial en la Fiesta de Santa Anita, pasada la celebración,
los depositarios guardaban los botones para el año siguiente. Pero estos
festejos decayeron durante la Guerra del Chaco y cuando menos se
esperaba, los canjes se efectuaban por dinero, modalidad que se fue
imponiendo a través del tiempo.
El año 1892, fue muy importante para
la cultura chapaca, puesto que a partir de agosto, las calles de Tarija
daban cabida por primera vez a la agrupación de “Los Chunchos” de San
Roque.
Con el objeto de rescatar la tradición oral, indagamos a
algunos protagonistas de la época que por su edad, el tiempo y
participación continua, se habían convertido en testimonio viviente de
la otrora festividad de Santa Anita. Reunidos los relatos conformaron un
valioso caudal de información del pasado.
Entre ellas, tenemos a la
señora Bernarda Uriona de Gallardo que a sus 86 años, aún recordaba
pormenores de la Fiesta de Santa Anita, el trueque de “conchitas” por
juguetes, comidas y masitas, así también al Carpintero Lorenzo Castillo
que fabricaba mesas, roperos y camiones en miniatura; la señora
Francisca Zárate de Molina, más conocida como doña “Panchita”, el año
1987 mediaba los 90 años de edad y con toda lucidez se refería a los
trueques que se realizaban en la plaza Campero, por entonces una
explanada vacía, frente a la ”Capilla” de San Roque, allí doña Panchita
deleitaba a niños y grandes con variedad de masitas.
En este mosaico
de personas que contribuyeron con su esfuerzo al engrandecimiento de la
festividad, se encuentra doña Jacoba Panique y Eleuteria Espíndola con
sus riquísimas alojas, Luisa Herrera con sus célebres saquitos de arroz,
fideos, yerba, azúcar, harina y cestos de variados productos a la
manera de Santa Anita; es grato mencionar también a las señoras Mercedes
Camacho y Atanasia Salinas con sus virques de Chicha que ellas
expendían en pequeños mates. La señora Lola Sánchez tenía la
especialidad de elaborar una variedad de ricos panecillos, eran los
primeros en terminarse en el canje. Este recordatorio es un homenaje a
tantos ciudadanos anónimos que hicieron posible esta fiesta,
particularmente, aquellos campesinos que llegaban hasta la plaza Campero
con sus productos, como ser yacones, ajipas, coime, artesanías
consistentes en platos y ollitas de barro, hoy se las conoce cómo de
arcilla.
Las casas comerciales de Tarija, con mucha anticipación se
proveían de “conchitas”, en realidad los Botones de Concha, era parte de
los productos importados. Estas tiendas pertenecían a los señores: Juan
y Moisés Navajas, José Zamora, Juan de Dios Trigo, Ludovina Navajas,
Carlos Blacutt y otros comerciantes que no lucraban con este accesorio
de sastrería, más al contrario, eran objetos que se expendían a muy bajo
costo.
El burgomaestre, don Isaac Attie, abanderado por su
laboriosidad, voluntad y entrega a Tarija, contribuyó en gran medida al
desarrollo urbanístico y arquitectónico de la ciudad, así lo testimonian
sus obras, es digno ponderar su grande amor que le profesó a la tierra
chapaca. Entre otras labores que le cupo desempeñar fue colaborar para
que pudiera crecer la Fiesta de Santa Anita, dispuso que se dieran las
mejores condiciones para la celebración de los festejos anuales; lo
había hecho antes y lo hacía en momentos cuando la patria se debatía en
una guerra injusta con el Paraguay. La gestión de este alcalde marcó un
hito en la historia de Tarija. La diferencia entre una y otra autoridad
es ponderada por la historia, han sido pocas las autoridades ediles y
prefecturales que le prestaron atención a la Fiesta de Santa Anita, los
más la ignoraron, cuando no trataron de que desapareciera del calendario
regional.
Por aquella época la ciudad era muy pequeña, sus linderos
promediaban entre la Loma de San Juan y el parque Bolívar, La calle
Ancha y el Río Guadalquivir, las oficinas públicas y privadas eran
incipientes, por lo que jamás se pensó en el horario continuo, razón por
la que la gente acudía en horas de la tarde a la calle Ancha,
posteriormente se fueron extendiendo los puestos de ventas sobre la
calle Cochabamba; el año 1967, causó un gran suceso cuando la Fiesta de
Santa Anita creció repentinamente, iba de la Calle Campero a la Calle
Daniel Campos, eran tres cuadras de stand con artesanías tarijeñas, las
casas de la zona expendían chicha y comidas típicas. Para entonces las
“conchitas” eran sólo un recuerdo.
A fines de década de 1970, se
fueron asentando visitantes de otros lares, principalmente de la ciudad
de La paz, traían consigo las experiencias de la Feria de Alasitas,
expendían juguetes de madera, paja, textiles de lana, plomo y latones,
escasamente algunas alcancías de yeso con formas de animales. Pero a
medida que fueron pasando los años, se fueron adicionando los
expendedores, el año 1985 llegaron con rifas, bazares, sahumerios y
plásticos.
El mundo había cambiado radicalmente, la tecnología y la
industria ofrecían productos novedosos, el latón, la madera, la cerámica
ya no contaban. La población tarijeña había crecido y por lo tanto, el
público se daba cita en gran cantidad a la calle Cochabamba, la
tradición había adoptado a la Fiesta de Santa Anita como festividad
Departamental, su influencia había llegado a las provincias y cantones,
por lo que fue menester que la Prefectura del Departamento emitiese
anualmente resoluciones declarando el 26 de julio como día de trabajo
con horario continuo, es decir hasta las 13:00 horas, beneficiando así
con la tarde libre a los empleados de la administración pública, actitud
que acatan incluso algunas empresas privadas.
Esta medida se tomó
en razón de que la inauguración de la festividad se realizaba a las
12:30 horas y la exposición de los stands se prolongaba hasta las 19:30.
Con el transcurso del tiempo, la inauguración se iniciaba más temprano y
su clausura unas horas más tarde. Los puestos de ventas o bazares
volvían a instalarse el domingo inmediato o en su defecto, para la
octava de la fiesta, modalidad que fue también modificándose, ya que
algunos puestos se mantienen en su lugar hasta la octava.
A partir de
1985, se recibe el apoyo de Oscar Zamora Medinacelli, quien cooperó a
los organizadores, primero como Senador de la república y luego como
Alcalde Municipal, se preocupó por cada uno de los detalles a fin de
mostrar a propios y extraños el valor de la cultura chapaca, se
mejoraron los stands de exposición, instituyó incentivos a los mejores
artesanos, se reconoció a antiguos cultores de la Fiesta de Santa Anita,
se entregó certificados de participación a todos los expositores,
facilitó los trámites, proporcionó altoparlantes para informar a los
visitantes y amenizar la festividad, dispuso agentes policiales
municipales a fin de salvaguardar la integridad de las personas y sus
bienes.
El año 1991, se pudo apreciar la entereza que pusieron los
organizadores de la Fiesta de Santa Anita, razón por la que resultó un
éxito. La centenaria festividad, año tras año, recibe aportes
interesantes, puesto que se incrementan los puestos de ventas de
miniaturas, haciendo que el visitante vaya de sorpresa en sorpresa,
pero también se asombre al observar entre las miniaturas objetos de uso
doméstico y cosas que no guardan relación con las actividades de los
niños, ventas que más bien corresponden a mercados de abasto.
El año
1992, la efervescencia comercial fue notable en la Calle Cochabamba,
pero para el año 1995, los stand se habían extendido desde la calle
“Alcides d¨Orbigny” hasta la calle “Suipacha”, además de abarcar algunos
puestos sobre las bocacalles adyacentes. A partir de 1997, la antigua
calle Ancha estaba completamente abarrotada de stands, iba desde la
prolongación de la Calle Ballivián hasta el recodo que da al Club de
Tenis, este último sector dedicado a las calesitas, adivinadores del
destino y una variedad de juegos de azar y tiro al blanco.
Sobre la
Avenida Potosí, hacia el Cine “Avenida” y hacia la puerta del propio
Club de Tenis, se habían instalado puestos de comidas y sándwich al
paso. La fiesta de Santa Anita se había convertido implícitamente en una
Gran Feria, las “Conchitas” quedaban en el recuerdo de las personas
mayores y en el relato para las nuevas generaciones, el comercio se
había generalizado, con la presencia de los mercados feriales de la
ciudad de La Paz y Oruro, compatriotas que llegan a Tarija cada vez en
mayor número y sientan cátedra en la forma de exponer y vender sus
productos, los mismos que consisten en casas de yeso y vidrio, vehículos
de latón y plásticos, muñecos de peluche, poste, llaveros, juegos a la
suerte sin blanca, instrumentos musicales típicos construidos de caña,
madera y arcilla.
A partir de 1999, veinte personas del barrio “Las
Panosas” se propusieron enriquecer la festividad, para ello adoptaron la
modalidad de realizar La Pre Fiesta de Santa Anita una semana antes;
ubicada en la esquina comprendida entre las calles Junín y Avenida
Avaroa, adyacente a la Iglesia de la Tercera Orden, allí los niños
exponen sus variadas “ventas”, luego a partir de las diez de la mañana
se inicia una kermés con platos típicos, todo finaliza a las seis de la
tarde.
La institución de la fiesta y los nuevos actores
En
2001, el Concejo Municipal, declara la festividad como “Fiesta de los
Niños”, en la que se dedica el día 26 de julio exclusivamente a los
stands de niños sin costo alguno y sujetos a concurso, para el efecto la
Dirección de Cultura del Municipio de Tarija nombra Jurados
Calificadores. El año siguiente, es aprobado por Ordenanza Municipal un
Reglamento especial que rige la instalación de stand y el expendio de
juguetes en la Fiesta de Santa Anita.
En la actualidad participan
varios actores infantiles como los mini policías, quienes supervisan el
orden de los participantes haciendo un recorrido por todos los puestos.
Asimismo se cuenta con la participación de Miniemat, niños y niñas que
en representación de Emat cumplen la función de velar por la limpieza de
los puestos y de la calle donde se realiza la fiesta de Santa Anita.
Otros nuevos actores son los minibomberos quienes cumplen la función de
prevenir accidentes en el lugar cuando se utilizan cocinas, garrafas u
hornos.
Pero unos nuevos personajes que se han ganado el cariño de
la población son los minieducadores o más acertadamente las
minicebritas, un grupo de 12 niños y niñas de entre 5 a 12 años de edad
que tienen la tarea de orientar a la población sobre las buenas normas
de circulación del peatón y de los conductores de vehículos.
FUENTE: Periodico "EL País"